domingo, 23 de junio de 2013

Pero el amor... esa palabra

Nabbeum namja / Bad Guy (2001)
Kim Ki Duk (Korea del Sur)

Nabbeun namja (la traducción me resulta espantosa, otra occidentalización que banaliza el arte oriental, incomprendido ab nomine) presenta una historia de amor pasada (conflictiva, per se) que deviene (en el presente) una confusa situación de prostitución forzada. El acaecer de las temporalides (pasado-presente) y la no consumación del amor (o su demora o su ininteligibilidad) convierten la-historia-de-amor en un relato inenarrable. Sin embargo, la tensión narrativa permanece durante todo el filme y la historia se fagocita a sí misma.
El cuerpo-para-el-amor queda literalmente cautivo, mientras que las relaciones espíritu-pasionales se despliegan con una insensata intensidad. Kim Ki Duk explora los misterios del amor, a partir de dos premisas: la entrega sexual (que ya carece de sentido) deviene nada y la futilidad del cuerpo se (in)(re)significa a partir de la entrega.
En Nabbeun namja no se produce lo comúnmente llamado "Síndrome de Estocolmo", dado que aquí el amor carece de razón. De este modo, el "amor" no es concebido, en los filmes de Kim Ki Duk, a partir de parámetros religiosos monoteístas (amor a Dios, amor al prójimo), ni psicológicos (estados mentales detestables, deseos sexuales incontenibles), ni biológicos (la supervivencia como fin último), ni épicos (aspiración de completud), ni capitalistas (yo tengo + tú tienes = contrato), ni literarios ("amor pasaporte, amor pasamontañas, amor llave, amor revólver"), ni a partir de meros parámetros antropológicos (oh, la cultura, ese conglomerado de cosas indefinibles que todo lo abarca).
Sin embargo, las manifestaciones del amor en Kim Ki Duk se producen, al mismo tiempo, en el contacto de todas las formas conocidas para confluir en un estadio superior en el cual el amor se revela a través de las formas de la violencia. El cuerpo, como manifestación ulterior del sacrificio amoroso, se entrega como ofrenda total y así el alma (o la transposición de los estados mentales elevados, es decir, el espíritu o la conciencia) trasciende a un espacio impreciso que la dimensión temporal suprime con sus giros.

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