miércoles, 3 de marzo de 2010

¿Y cuál era el secreto de sus ojos?

Ante tanto Premios Oscar y tantos reportajes, caí en la tentación de comprobar que la película no era más que... un híbrido espeluznante.
Empecemos por el principio, cuestiones de esencia. Me pregunto ¿qué es El secreto de sus ojos? Cuestiones de género. ¿Un thriller? ¿Un policial? ¿Una historia de amor? ¿Una denuncia política? ¿Una historia de justicia por mano propia? ¿Una representación del sistema judicial argentino? ¿Una historia de un personaje sin rumbo en plena crisis existencial? Nada ni todo. Un híbrido espeluznante.

La película falla en la estructura narrativa básica. No se entiende qué se está contando ni quién lo cuenta. El encuadre es de una originalidad pobrísima y cae forzosamente en un lugar común: el tipo que narra una novela al mismo tiempo que narra la historia de los hechos. ¿Non-fiction incrustrado en una ficción de registro realista?

Los personajes son, en general, pobres. Vamos uno por uno:

  • Benjamín Espósito (ya arrancó mal desde el nombre) (Darín): no se entiende si es un boludón fracasado que tira piropos por los pasillos de Tribunales o un detective experto tipo Sherlock Holmes que mirando un par de álbumes familiares descubre al asesino en un intento. Ah, y una verdadera sutileza: escribe una novela que lo llevará a descubrir el sentido de su vida y a concretar el verdadero amor...
  • Irene Menéndez Hastings (alias "la intocable") (Villamil): en primer lugar, creo que se olvidaron del maquillaje. En 20 años, sólo cambia de peinado. La expresión facial también está detenida, vacua e insignificante durante todo el film. Su inerte expresión sólo se despierta en la escena en donde hace confesar al asesino, super sobreactuado y el guión daba un poquito de vergüenza ajena.
  • Romano (sí, el de la propaganda kirchnerista, ¡hay que tener estómago!) (Argento): un personaje super obvio que detiene y culpabiliza a "unos peregiles"; xenófobo y fascista. Chupamedias del jefe que luego opera para la Triple A.
  • Sandoval (¿era realmente Francella?): ahora sí, nos sacamos el chapeau. Excelente trabajo de maquillaje para un personaje no tan obvio, alcohólico y marginal, que descubre, meticulosamente, la forma de dar con el asesino. Sin dudas el monólogo sobre la pasión, en el bar, es lo mejorcito de la película. Pero tampoco vendan gato por liebre con eso de "personaje dramático", más allá del maquillaje, sigue siendo el Francella simpaticón de "a comeeerlaa".
  • Gómez (Godino): todo andaba bien hasta que abrió la boca... Ni hablar del exhibicionismo barato en la escena que confiesa (exhibicionismo casi obligado del cine argentino, que muestra todo todo todo, porque no puede dar nada a enteder).
Del guión mejor ni hablar. Pésimo. Repleto de clichés. Lenguaje fuera de contexto. Registros equivocados.

Y para el final, me guardaba la cerecita: la toma virtual del estadio fue de una desubicación COMPLETA. Parecía que arrancaba un partidito en la Playstation. Incomprensible digitalización. Truchísimo el traspaso entre el dibujito y la imagen real. "Una muestra de que el cine argentino también puede generar grandes tomas", leí a carcajadas por ahí.

En fin, suerte en los Oscar. ¡Vamos Argentina, carajo!

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